Una gatita canosa en la ducha cojiendo a mi madre dormida acaricia con sus manos el coñito de su tierna novia pelirroja. Las chicas, lentamente, se lesbianan entre sí. En una ducha tibia, no lo hacen por primera vez y han aprendido durante mucho tiempo a extraer el máximo placer posible de momentos tan maravillosos, que con toda razón se llaman celestiales. Sus magníficos cuerpos, piel aterciopelada, labios tiernos y dedos sensibles se funden en un acorde único de sensualidad, asombrosa satisfacción mutua, y el tiempo pareció congelarse para los encantos.
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